sábado, 20 de febrero de 2016

Ruta Literaria de Antonio Machado en Baeza

Una forma magnífica de completar las explicaciones y la lectura de poemas en clase es realizar una ruta literaria de algún autor u obra en su ciudad de referencia. Es una forma de contextualizar, de darle vida a los poemas y, además, de salir del aula y pasar un buen día de convivencia. Este curso hemos planificado una ruta en torno a la figura de Antonio Machado en Baeza y comparto este material para quien lo considere de utilidad.







Parada 1. Hotel Comercio


Lectura 1. AUTOBIOGRAFÍA HASTA SU ESTANCIA EN BAEZA:
 «Nací en Sevilla el año 1875 en el Palacio de las Dueñas. Anoto este detalle no por lo que tenga de señorial (el tal palacio estaba alquilado a varias familias modestas), sino por la huella que en mi espíritu ha dejado la interior arquitectura de ese viejo caserón. Desde los ocho a los treinta y dos años he vivido en Madrid con excepción de dos años que los pasé en París. Me eduqué en la institución Libre de Enseñanza y conservo gran amor a mis maestros: Giner de los Ríos, Cossío, Joaquín Costa… Pasé por el instituto y la Universidad, pero de estos dos centros no conservo más huella que una gran aversión a todo lo académico. He asistido durante veinte años, casi diariamente, a la Biblioteca Nacional. En 1906 hice oposiciones a cátedras de francés y obtuve la de Soria donde he residido hasta agosto de 1912, con excepción de 1910 que estuve en París para estudiar filología francesa. En 1909 me casé en Soria y enviudé en 1912. El 1º de noviembre del mismo año fui trasladado a Baeza donde actualmente resido».


Lectura 2: Retrato:
Mi infancia son recuerdos de un patio de Sevilla,
y un huerto claro donde madura el limonero;
mi juventud, veinte años en tierras de Castilla;
mi historia, algunos casos que recordar no quiero.
Ni un seductor Mañara, ni un Bradomín he sido
—ya conocéis mi torpe aliño indumentario—,
más recibí la flecha que me asignó Cupido,
y amé cuanto ellas puedan tener de hospitalario.
Hay en mis venas gotas de sangre jacobina,
pero mi verso brota de manantial sereno;
y, más que un hombre al uso que sabe su doctrina,
soy, en el buen sentido de la palabra, bueno.
Adoro la hermosura, y en la moderna estética
corté las viejas rosas del huerto de Ronsard;
mas no amo los afeites de la actual cosmética,
ni soy un ave de esas del nuevo gay-trinar.
Desdeño las romanzas de los tenores huecos
y el coro de los grillos que cantan a la luna.
A distinguir me paro las voces de los ecos,
y escucho solamente, entre las voces, una.
¿Soy clásico o romántico? No sé. Dejar quisiera
mi verso, como deja el capitán su espada:
famosa por la mano viril que la blandiera,
no por el docto oficio del forjador preciada.
Converso con el hombre que siempre va conmigo
—quien habla solo espera hablar a Dios un día—;
mi soliloquio es plática con ese buen amigo
que me enseñó el secreto de la filantropía.
Y al cabo, nada os debo; debéisme cuanto he escrito.
A mi trabajo acudo, con mi dinero pago
el traje que me cubre y la mansión que habito,
el pan que me alimenta y el lecho en donde yago.
Y cuando llegue el día del último vïaje,
y esté al partir la nave que nunca ha de tornar,
me encontraréis a bordo ligero de equipaje,
casi desnudo, como los hijos de la mar.

 Lectura 3: Allá en las tierras altas
Allá, en las tierras altas,
 por donde traza el Duero
su curva de ballesta
 en torno a Soria, entre plomizos cerros
y manchas de raídos encinares,
mi corazón está vagando, en sueños...

¿No ves, Leonor, los álamos del río
 con sus ramajes yertos?
Mira el Moncayo azul y blanco;
dame tu mano y paseemos.

 Por estos campos de la tierra mía,
bordados de olivares polvorientos,
 voy caminando solo,
triste, cansado, pensativo y viejo

Parada 2. Casa del poeta en calle Gaspar Becerra


Lectura 4: Cartas de Machado desde Baeza
·En una carta a Ortega, en mayo de 1913 le dice lo siguiente: «..yo empiezo a trabajar con algún provecho. Desde hace poco empiezo a reponerme de mi honda crisis. La muerte de mi mujer me dejó desgarrado y tan abatido que toda mi obra, apenas esbozada en Campos de Castilla quedó truncada. Como la poesía no puede ser profesión sin degenerar en juglaría, yo empleo las infinitas horas del día en este poblachón en labores varias.»
A Unamuno le define en 1913 la ciudad así: “Esta Baeza, que llaman la Salamanca andaluza, tiene un Instituto, un Seminario, una Escuela de Artes, varios colegios de Segunda Enseñanza, y apenas sabe leer un treinta por ciento de la población. No hay más que una librería donde se venden tarjetas postales, devocionarios y periódicos clericales y pornográficos. Es la comarca más rica de Jaén, y la ciudad está poblada de mendigos y de señoritos arruinados en la ruleta.
En otra también a Unamuno, en este caso a finales de 1914, le dice: «desde esta Baeza (…) Yo sigo en este poblachón moruno, sin esperanzas de salir de él»
· En 1915, en una carta a J. R. Jiménez, sigue hablando de Baeza en estos términos: «Yo sigo en este poblaco trabajando lo que puedo; (…) llevo ocho años de destierro y ya me pesa esta vida provinciana en que acaba uno por devorarse a sí mismo. Muchas veces pienso en abandonar mi cátedra e irme a vivir ahí de la pluma. Pero esto sería la miseria otra vez»



Lectura 5: Poema de un día. Meditaciones rurales (Parte 1)


En mi estancia, iluminada 
por esta luz invernal 
?la tarde gris tamizada 
por la lluvia y el cristal?, 
sueño y medito. 

Clarea 
el reloj arrinconado, 
y su tic-tic, olvidado 
por repetido, golpea. 

Tic-tic, tic-tic... Ya te he oído. 
Tic-tic, tic-tic...
Siempre igual, 
monótono y aburrido. 

Tic-tic, tic-tic, el latido 
de un corazón de metal. 

En estos pueblos, ¿se escucha 
el latir del tiempo? No. 

En estos pueblos se lucha 
sin tregua con el reló, 
con esa monotonía 
que mide un tiempo vacío. 

Pero ¿tu hora es la mía? 
¿Tu tiempo, reloj, el mío? 

(Tic-tic, tic-tic...) Era un día 
(Tic-tic, tic-tic) que pasó, 
y lo que yo más quería 
la muerte se lo llevó. 

Lejos suena un clamoreo 
de campanas... 

Arrecia el repiqueteo 
de la lluvia en las ventanas. 

Fantástico labrador, 
vuelvo a mis campos. ¡Señor, 
cuánto te bendecirán 
los sembradores del pan! 

Señor, ¿no es tu lluvia ley, 
en los campos que ara el buey, 
y en los palacios del rey? 

¡Oh, agua buena, deja vida 
en tu huida! 

¡Oh, tú, que vas gota a gota, 
fuente a fuente y río a río, 
como este tiempo de hastío 
corriendo a la mar remota, 
en cuanto quiere nacer, 
cuanto espera 
florecer 
al sol de la primavera, 
sé piadosa, 
que mañana 
serás espiga temprana, 
prado verde, carne rosa, 
y más: razón y locura 
y amargura 
de querer y no poder 
creer, creer y creer! 







Parada 3. Instituto Santísima Trinidad

 

Lectura 6: Poema de un día. Meditaciones Rurales (Parte II)

Heme aquí ya, profesor
de lenguas vivas (ayer
maestro de gay-saber,
aprendiz de ruiseñor),
en un pueblo húmedo y frío,
destartalado y sombrío,
entre andaluz y manchego.

Invierno. Cerca del fuego.
Fuera llueve un agua fina,
que ora se trueca en neblina,
ora se torna aguanieve.

Fantástico labrador,
pienso en los campos.¡Señor
qué bien haces! Llueve, llueve
tu agua constante y menuda
sobre alcaceles y habares,
tu agua muda,
en viñedos y olivares.

Te bendecirán conmigo
los sembradores del trigo;
los que viven de coger
la aceituna;
los que esperan la fortuna
de comer;
los que hogaño,
como antaño,
tienen toda su moneda
en la rueda,
traidora rueda del año.

¡Llueve, llueve; tu neblina
que se torne en aguanieve,
y otra vez en agua fina! 
 Anochece;
el hilo de la bombilla
se enrojece,
luego brilla,
resplandece
poco más que una cerilla.

Dios sabe dónde andarán
mis gafas... entre librotes
revistas y papelotes,
¿quién las encuentra?... Aquí están. 



 
 Libros nuevos. Abro uno
de Unamuno. 
¡Oh, el dilecto,
predilecto
de esta España que se agita,
porque nace o resucita!

Siempre te ha sido, ¡oh Rector
de Salamanca!, leal
este humilde profesor
de un instituto rural. 
Esa tu filosofía
que llamas diletantesca,
voltaria y funambulesca,
gran don Miguel, es la mía. 

Agua del buen manantial,
siempre viva,
fugitiva;
poesía, cosa cordial. 

¿Constructora?

?No hay cimiento
ni en el alma ni en el viento?.

Bogadora,
marinera,
hacia la mar sin ribera.

Enrique Bergson: Los datos
inmediatos
de la conciencia. ¿Esto es
otro embeleco francés?

Este Bergson es un tuno;
¿verdad, maestro Unamuno?


 
Bergson no da como aquel
Immanuel
el volatín inmortal;
este endiablado judío
ha hallado el libre albedrío
dentro de su mechinal.

No está mal;
cada sabio, su problema,
y cada loco, su tema.  
Algo importa
que en la vida mala y corta
que llevamos
libres o siervos seamos:
mas, si vamos
a la mar,
lo mismo nos ha de dar.  (…)
?Hasta mañana, señores.
Tic-tic, tic-tic... Ya pasó
un día como otro día,
dice la monotonía
del reloj.

Sobre mi mesa Los datos
de la conciencia, inmediatos.

No está mal
este yo fundamental,
contingente y libre, a ratos,
creativo, original;
este yo que vive y siente
dentro la carne mortal
¡ay! por saltar impaciente
las bardas de su corral.



 

 

Lectura 6. B Recuerdo Infantil

 

Una tarde parda y fría 
de invierno. Los colegiales 
estudian. Monotonía 
de lluvia tras los cristales. 

Es la clase. En un cartel 
se representa a Caín 
fugitivo, y muerto Abel, 
junto a una mancha carmín. 

Con timbre sonoro y hueco 
truena el maestro, un anciano 
mal vestido, enjuto y seco, 
que lleva un libro en la mano. 

Y todo un coro infantil 
va cantando la lección: 
«mil veces ciento, cien mil; 
mil veces mil, un millón». 

Una tarde parda y fría 
de invierno. Los colegiales 
estudian. Monotonía 
de la lluvia en los cristales.



Parada 4. Plaza Santa María y Catedral

 Lectura 7: Apuntes (Nuevas canciones (1924).

 APUNTES


I
Desde mi ventana,
(campo de Baeza,
a la luna clara!

¡Montes de Cazorla,
Aznaitín y Máginal

¡De luna y de piedra
también los cachorros
de Sierra Morena!

II
Sobre el olivar,
se vio a la lechuza
volar y volar.

Campo, campo, campo.
Entre los olivos,
los cortijos blancos.

Y la encina negra,
a medio camino
de Úbeda a Baeza.

III
Por un ventanal,
entró la lechuza
en la catedral.

San Cristobalón
la quiso espantar,
al ver que bebía
del velón de aceite
de Santa María.

La Virgen habló:
Déjala que beba,
San Cristobalón.

IV
Sobre el olivar,
se vio a la lechuza
volar y volar.

A Santa María
un ramito verde
volando traía.

¡Campo de Baeza,
soñaré contigo
cuando no te vea!

V
Dondequiera vaya,
José de Mairena
lleva su guitarra.

Su guitarra lleva,
cuando va a caballo,
a la bandolera.

Y lleva el caballo
con la rienda corta,
la cerviz en alto.

VI
¡Pardos borriquillos
de ramón cargados,
entre los olivos!

VII
Tus sendas de cabras
Y tus madroñeras,
Córdoba serrana!

VIII
¡La del Romancero,
Córdoba la liana!…
Guadalquivir hace vega,
el campo relincha y brama.

IX
Los olivos grises,
los caminos blancos.
El sol ha sorbido
la calor del campo;
y hasta tu recuerdo
me lo va secando
este alma de polvo
de los días malos.



Parada 5. Farmacia de don Adolfo Almazán

 

Lectura 8: Poema de un día. Meditaciones rurales (Parte III)


¡Oh, estos pueblos! Reflexiones, 

lecturas y acotaciones 
pronto dan en lo que son: 
bostezos de Salomón. 

¿Todo es 
soledad de soledades. 
vanidad de vanidades, 
que dijo el Eciesiastés? 

Mi paraguas, mi sombrero, 
mi gabán...El aguacero 
amaina...Vámonos, pues. 

Es de noche. Se platica 
al fondo de una botica. 

-Yo no sé, 
don José, 
cómo son los liberales 
tan perros, tan inmorales. 

-¡Oh, tranquilícese usté! 
Pasados los carnavales, 
vendrán los conservadores, 
buenos administradores 
de su casa. 

Todo llega y todo pasa. 
Nada eterno: 
ni gobierno 
que perdure, 
ni mal que cien años dure. 

-Tras estos tiempos vendrán 
otros tiempos y otros y otros, 
y lo mismo que nosotros 
otros se jorobarán. 

Así es la vida, don Juan. 

-Es verdad, así es la vida. 
-La cebada está crecida. 
-Con estas lluvias... 
Y van 
las habas que es un primor. 
-Cierto; para marzo, en flor. 
Pero la escarcha, los hielos... 
-Y, además, los olivares 
están pidiendo a los cielos 
aguas a torrentes. 
-A mares. 

¡Las fatigas, los sudores 
que pasan los labradores! 

En otro tiempo... 
Llovía 
también cuando Dios quería. 

-Hasta mañana, señores. 
Tic-tic, tic-tic... Ya pasó 
un día como otro día, 
dice la monotonía 
del reloj. 



Parada 6. Paseo de las Murallas

 

Lectura 9: Caminos, CXVIII 

De la ciudad moruna
tras las murallas viejas,
yo contemplo la tarde silenciosa,
a solas con mi sombra y con mi pena.

El río va corriendo,
entre sombrías huertas
y grises olivares,
por los alegres campos de Baeza

Tienen las vides pámpanos dorados
sobre las rojas cepas.
Guadalquivir, como un alfanje roto
y disperso, reluce y espejea.

Lejos, los montes duermen
envueltos en la niebla,
niebla de otoño, maternal; descansan
las rudas moles de su ser de piedra
en esta tibia tarde de noviembre,
tarde piadosa, cárdena y violeta.

El viento ha sacudido
los mustios olmos de la carretera,
levantando en rosados torbellinos
el polvo de la tierra.
La luna está subiendo
amoratada, jadeante y llena.

Los caminitos blancos
se cruzan y se alejan,
buscando los dispersos caseríos
del valle y de la sierra.
Caminos de los campos…
¡Ay, ya, no puedo caminar con ella!


Campos de Castilla (versión de 1917).


Lectura 10: CXXIV


CXXIV
Al borrarse la nieve, se alejaron
los montes de la sierra.
la vega ha verdecido
al sol de abril, la vega
tiene la verde llama,
la vida, que no pesa;
y piensa el alma en una mariposa,
atlas del mundo, y sueña.

Con el ciruelo en flor y el campo verde,
con el glauco vapor de la ribera,
en torno de las ramas,
con las primeras zarzas que blanquean,
con este dulce soplo
que triunfa de la muerte y de la piedra,
esta amargura que me ahoga fluye
en esperanza de Ella…


Campos de Castilla (versión de 1917).


Lectura 11: CXXV

 

CXXV
En estos campos de la tierra mía,
y extranjero en los campos de mi tierra
—yo tuve patria donde corre el Duero
por entre grises peñas,
y fantasmas de viejos encinares,
allá en Castilla, mística y guerrera,
Castilla la gentil, humilde y brava,
Castilla del desdén y de la fuerza—,
en estos campos de mi Andalucía,
¡oh tierra en que nací!, cantar quisiera.

Tengo recuerdos de mi infancia, tengo
imágenes de luz y de palmeras,
y en una gloria de oro,
de lueñes campanarios con cigüeñas,
de ciudades con calles sin mujeres
bajo un cielo de añil, plazas desiertas
donde crecen naranjos encendidos
con sus frutas redondas y bermejas;
y en un huerto sombrío, el limonero
de ramas polvorientas
y pálidos limones amarillos,
que el agua clara de la fuente espeja,
un aroma de nardos y claveles
y un fuerte olor de albahaca y hierbabuena,
imágenes de grises olivares
bajo un tórrido sol que aturde y ciega,
y azules y dispersas serranías
con arreboles de una tarde inmensa;
mas falta el hilo que el recuerdo anuda
al corazón, el ancla en su ribera,
o estas memorias no son alma. Tienen,
en sus abigarradas vestimentas,
señal de ser despojos del recuerdo,
la carga bruta que el recuerdo lleva.

Un día tornarán, con luz del fondo ungidos,
los cuerpos virginales a la orilla vieja.


Lora del Río. 4 de abril de 1913.

Campos de Castilla (versión de 1917).


Lectura 12: CXXIX 

CXXIX
NOVIEMBRE 1913
Un año más. El sembrador va echando
la semilla en los surcos de la tierra.
Dos lentas yuntas aran,
mientras pasan la nubes cenicientas
ensombreciendo el campo,
las pardas sementeras,
los grises olivares. Por el fondo
del valle del río el agua turbia lleva.
Tiene Cazorla nieve,
y Mágina, tormenta,
su montera, Aznaitín. Hacia Granada,
montes con sol, montes de sol y piedra.


Campos de Castilla (versión de 1917).



Lectura 13: Soledades, II
He andado muchos caminos,
he abierto muchas veredas;
he navegado en cien mares,
y atracado en cien riberas.
En todas partes he visto
caravanas de tristeza,
 soberbios y melancólicos
borrachos de sombra negra,
y pedantones al paño
que miran, callan, y piensan.


 Lectura 14: Soledades, IX 

Yo voy soñando caminos

de la tarde. ¡Las colinas

doradas, los verdes pinos,

las polvorientas encinas!...

¿Adonde el camino irá?

Yo voy cantando, viajero

a lo largo del sendero...

—La tarde cayendo está—,

«En el corazón tenía

la espina de una pasión;

logré arrancármela un día:

ya no siento el corazón.

«Y todo el campo un momento

se queda, mudo y sombrío,

meditando. Suena el viento

en los álamos del río.





Parada 7. Antonio Machado y F. G. Lorca

 

Lectura 15: Lorca y Machado

Federico García Lorca visitó Baeza en dos ocasiones, en 1916 y 1917, ambas en el mes de junio, como miembro del grupo de estudiantes de la Universidad de Granada en pioneros viajes de estudios dirigidos por el profesor de Teoría de la Literatura y de las Artes Martín Domínguez Berrueta. El 8 de junio de 1916, fecha exacta del primer viaje, fue cuando tuvo la oportunidad de conocer al ya reconocido poeta Antonio Machado, por aquel entonces y desde 1912 catedrático de Lengua Francesa en el Instituto de Baeza.
Este encuentro del joven García Lorca con Antonio Machado y con Baeza, contado de primera mano por Rafael Laínez Alcalá, alumno de Machado en el instituto baezano, estuvo en el origen de algunos de sus poemas y escritos sobre el autor de Campos de Castilla y sobre tan antigua ciudad de la Alta Andalucía. Pues bien, Laínez Alcalá dejó escrito en su artículo “Recuerdo de Antonio Machado en Baeza” (Strenae, 1962; en Antonio Chicharro, Antonio Machado y Baeza a través de la crítica, Baeza, Universidad Internacional de Andalucía, 2009, 3ª edición corregida y aumentada)a este respecto lo siguiente:
También recuerdo ahora que por aquellos años, acaso en la primavera de 1916, un día, al filo de las doce, vi un grupo de forasteros acompañados por el arcipreste de la catedral baezana, don Tomás Muñiz de Pablos, que contemplaban la fachada del Seminario, antiguo Palacio de Jabalquinto (…), cercano al Instituto; me incorporé al grupo de turistas lleno de curiosidad y escuché a un grave señor una interesante lección de historia del arte baezano. Supe después que el grupo lo formaban los estudiantes de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Granada (…) Entre los muchachos (…) iba Federico García Lorca, al que pocos años más tarde conocería yo en Madrid. Aquel día ellos marcharon hacia la catedral, y yo, venciendo mi curiosidad, me volvía al instituto, porque no quería perderme la clase de don Antonio. Al día siguiente mi compañera, Paquita de Urquía, me dio noticia de los viajeros, que los acompañó toda la tarde, y que en el Casino Antiguo, o de los señores, don Antonio había recitado fragmentos de “La tierra de Alvargonzález” y Federico había tocado el piano con mucha gracia.
De ese encuentro quedarán, pues, un poema, dos significativos testimonios literarios y el comienzo de una respetuosa amistad entre Machado y él, subrayada con ese poema escrito en 1918 por el joven Lorca con ocasión de la lectura de las Poesías Completas, de 1917, de Antonio Machado, en el mismo ejemplar que le prestara Antonio Gallego Burín, un poema que en su versión original es éste:

 



Lectura 16: El crimen fue en Granada




  1. El crimen
Se le vio, caminando entre fusiles,
por una calle larga,
salir al campo frío,
aún con estrellas de la madrugada.
Mataron a Federico
cuando la luz asomaba.
El pelotón de verdugos
no osó mirarle la cara.
Todos cerraron los ojos;
rezaron: ¡ni Dios te salva!
Muerto cayó Federico
—sangre en la frente y plomo en las entrañas—
… Que fue en Granada el crimen
sabed —¡pobre Granada!—, en su Granada.

   2. El poeta y la muerte
Se le vio caminar solo con Ella,
sin miedo a su guadaña.
—Ya el sol en torre y torre, los martillos
en yunque— yunque y yunque de las fraguas.
Hablaba Federico,
requebrando a la muerte. Ella escuchaba.
«Porque ayer en mi verso, compañera,
sonaba el golpe de tus secas palmas,
y diste el hielo a mi cantar, y el filo
a mi tragedia de tu hoz de plata,
te cantaré la carne que no tienes,
los ojos que te faltan,
tus cabellos que el viento sacudía,
los rojos labios donde te besaban…
Hoy como ayer, gitana, muerte mía,
qué bien contigo a solas,
por estos aires de Granada, ¡mi Granada!»
          3.
Se le vio caminar…
Labrad, amigos,
de piedra y sueño en el Alhambra,
un túmulo al poeta,
sobre una fuente donde llore el agua,
y eternamente diga:
el crimen fue en Granada, ¡en su Granada!